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Poeta. (Madrid, 1978 - Oslo, 2061). Obra publicada: "Cuidado, mancha" (2007), "Machado: vida y flamenco" (2007), "Dios y sus cómplices" (2009) y "Enciclopedia Poética de España. Volumen 8. Barcelona en el universo más cercano al nuestro" (2011).

miércoles, 7 de agosto de 2013

ANTES DE LLEVÁRSELO, LA MUERTE LE HIZO UNA REVERENCIA
DICIÉNDOLE DESPUÉS LO QUE AHORA OS LEO

A Álvaro Bordomás Fuentes,
quien padeció de Lisencefalia Tipo 1

No te has muerto, jamás ha fallecido aquel de quien depende la sorpresa de las niñas, jamás se queda el mar sin la única playa que le recuerda al cielo. Lejos de morirte te das a los aromas, subes nuestras opiniones a los árboles y profundizas en tu tumba hasta dar con la otra orilla del mundo. Amas la libertad tanto como su sombra rememora aquel sol tan parecido a tu padre, tanto como si fuera un beso aquel sonido de detrás del arcoíris.

Sobrevives con las dudas anteriores a tu nacimiento, como noche intransferible o sangre a la deriva, esa parte del mantel que toca el suelo y recoge las migajas de la primavera. Sobreviven contigo los amigos aromáticos, el epicentro de la filosofía rusa y unas gafas de dormir con los ojos abiertos. Como si odiaras a la humanidad públicamente, como no dejándote reír si no estás triste sobrevives, azul entumecido, desencantada utilidad de la belleza, entre dos cuerpos que se quieren y asesinan a la vez para ver si dios existe. Y clamas, amor tan insumiso; y soplas, paciencia desolada; para que se derrita el Polo Norte entre las bocas de tus padres.

Nada ni nadie sobrevive como tú: sin un reloj que esté conforme con el tiempo. Juegas a quererte con el labio más próximo a la luna. Estás en el mundo para sumergir en aceite las estrellas y, aunque sólo perdiste una galaxia, bailar al son de los susurros de los médicos. No resulta difícil entender por qué te sabes sentenciado como un planeta al que acabara de llegar el Homo Sapiens.

Eres la cicatriz de los nostálgicos, plato que se rompe al poner la mesa, fotografía antigua que permanece oculta hasta la desaparición de quien la hizo; y tan como esa sangre que se intuye de pronto en sangre inerte, que sólo el dolor quiso jugar contigo, que sólo con tu fiebre se acaloraba el diablo. Eres la diversión del testamento, eternamente quieto como un coche de camino al desguace. Desde un balcón lunar con vistas a la tierra, ahí, inventas el iglú que contenga las ansias de volverte loco: esos años que te faltan para ser más joven. Tiene tu corazón un corazón latiéndole por dentro.

Sobrevives: nos diviertes tanto como aburres. Y porque sobrevives, es posible dar contigo junto a todo el que sostiene un hámster antes de su nacimiento. Y porque sobrevives, y por aquel exceso de engaños matrimoniales durante mil novecientos treinta y ocho, permítete un error por cada vez que desesperes. Y porque en esta vida eres o serás, alguna vez sin compasión, buena persona; podrás parecerte a un domador de flores o al primer atardecer del año o la forma más bonita de subirse a un cometa. Y porque padeciste de incontinencia amatoria, tu casa es el lugar del universo con más admirados por cada cien habitantes.

Ahora que ha aumentado la acidez de las naranjas y en el baloncesto sólo saltan los paracaidistas; ahora que hay un perro santo por cada trece escolares y un trombón por cada salto de rana; ahora que en el colegio se oye, bajo lo pupitres, cómo se suicida la Carta Universal de los Derechos Humanos y ven el fútbol, alejados de las fuentes, los hilillos de agua; ahora que se nace distraído, que en un ordenador ponen sus huevos las palomas y se clavan en el aire las porciones de pizza; cómo habría de olvidarme de cuando volaba sobre ti una mariposa para darte la vuelta en la cama.

Todo lo que ahora te sucede es consecuencia de que nadie te hizo una visita: unos porque nunca aparecieron, otros porque siempre han sido tu paisaje. Te creyeron inferior, y es que casi la mitad de los españoles carece intencionadamente de vergüenza. España es —lo aprendí con esos juegos en los que levantabas todas las algas del Mar Rojo— la fosa común de dos cadáveres que discuten por quién ha de leer las condolencias.

Cuando abrías los ojos apuradamente dócil, polvo autobiográfico, tan precioso y desnutrido como la soga de la que placenteramente cuelga la naturaleza; memorizabas, en turnos de doce lobas dando leche, los barcos naufragando de punta a punta tu saliva. Y cuando, sobre las propias heces, en esa costumbre tuya de ser sangre, incluso la felicidad envidiaba la ceniza resultante de tus cumpleaños, un alarido era el recuerdo de que aún sobrevivías.

Porque sobrevives. Papá se compromete a comenzar por ti el bachillerato, a tenerte por maestro como el estuche tiene por sentido las pinturas; y hacer, con la amistad que mantuvisteis, la más hermosa piscina donde continúen a flote los abrazos. Mamá sabrá cantar por donde vaya sus rumores paliativos, las irritables averías de los sordos. Y Coral, sobre las sábanas en las que escribiste tu cariño y sus derechos, alcanzará por ti la paz que yo te traigo.

Si tuviese doce brazos, uno de ellos sólo tendría el oficio de acariciarte la frente. Te he traído un balón, el color de los pijamas y un ángel que precisa tus consejos. Ibas a vivir dos años laborales pero fueron quince tus heroicas vacaciones. Ahora, sin ti, no cae la fruta sino el árbol.

Ya no suplicas, a destiempo, un tiempo que te sobre. Ya no eres la alegría inconsolable que dios trató de descifrar desde pequeño. Observa, ¿ves cómo se secan las primeras hojas de tu libro de famila, las nobles intenciones de tu falta de linaje?

Te descuelgas, desde el veintitrés de octubre de mil novecientos noventa y siete, por el tejado de mi dormitorio. Mas hoy, por el precario espacio que te das entre un latido y otro, asumo que tu vida pudiera interesarme como sólo la música hace caso al instrumento. Escúchame, aún te digo: sobrevives; dejaré con vida tu músculo esternocleidomastoideo para girar el mundo cada vez que te nombren. Enterrado en el último mordisco de cada magdalena, vivo es el problema de tu camposanto. Y porque tú sí sabes qué hacer con nuestras lágrimas tomaré por mis deberes exhumarte, día a día, para hacerte un homenaje.

Me sigo sonrojando cuando vengo a verte. Sobrevive, a partir de este momento, sin una flor, sin televisión y sin morfina.


...

Proyecto "Imagina cuántas palabras": cincuenta fotografías, cincuenta autores literarios y cincuenta palabras que deben incluirse en sus respectivas participaciones y que han sido seleccionadas por los alumnos de Primaria de la ciudad de Pamplona.


Éstas son las palabras más elegidas por los niños:
fútbol
amor
jugar
esternocleidomastoideo
balón
ordenador
vacaciones
música
amigos
baloncesto
hámster
amistad
cariño
coche
colegio
flores
mamá
papá
perro
azul
cantar
playa
estuche
felicidad
mar
paz
televisión
casa
juegos
sol
bachillerato
iglú
libro
piscina
pizza
bailar
deberes
flor
mariposa
naturaleza
paisaje
alegría
arcoíris
corazón
diversión
dormir
gafas
leer
reloj
agua